Genética y Clínica


El gen de la EW, denominado ATP7B, está localizado en la región q 14.3 del cromosoma 13 (13q 14.3). Se han descrito más de 200 mutaciones en este gen con capacidad de ocasionar la aparición de la enfermedad. La mayoría de las mutaciones de los dos alelos son diferentes entre sí, es decir, pueden dar lugar a heterocigotos compuestos. Además, existe un numeroso grupo de enfermos en los que no se identifican mutaciones en esta región por lo que se cree que deberían existir más mutaciones implicadas, pero en otras regiones reguladoras del gen. Por lo tanto el diagnóstico genético es muy complejo y, además, aún queda por determinar la relación entre las mutaciones conocidas y el fenotipo de la enfermedad. Al parecer, no existe correlación en cuanto al tipo de manifestaciones clínicas, hepáticas, neurológicas, etc., pero sí podría existirla en caso de precocidad o gravedad de la presentación.  



Clínica

Las manifestaciones clínicas de la EW son muy numerosas y están influidas por la evolución de los depósitos de cobre. No obstante, los principales síntomas suelen ser hepáticos en las primeras fases de la enfermedad y neurológicos o neuropsiquiátricos en estadios más avanzados. Solo ocasionalmente puede ocurrir que el paciente consulte por síntomas exclusivamente neurológicos, pero los estudios evolutivos evidencian lesión hepática. 

Aproximadamente un tercio de los niños presenta síntomas clínicos relacionados con la EW, preferentemente hepáticos. Entre los más frecuentes se encuentran ictericia, epistaxis, dolor abdominal, edema en miembros inferiores y ascitis. Otros síntomas derivan del depósito en la membrana de hematíes y túbulo renal, como anemia hemolítica, con test de Coombs negativo, y proteinuria, aminoaciduria y/o fosfaturia.


 La presentación en forma de fallo hepático fulminante ocurre hasta en el 3,5% de los pacientes. Su base anatomopatológica es de necrosis lobulillar sobre cirrosis. Al contrario de lo que ocurre cuando son otras las causas de fallo hepático agudo, los niveles de fosfatasa alcalina están significativamente descendidos y los de bilirrubina más elevados. En estos casos de fallo agudo, el transplante hepático es la única opción terapéutica que puede evitar el fallecimiento de los pacientes.




El 50% de adolescentes con enfermedad de Wilson tiene síntomas neurológicos. Su causa es la afectación extrapiramidal o cerebelosa y, clínicamente, se manifiesta con temblor en reposo e intencional, rigidez, exceso de salivación, discinesia, disartria, disfagia, ataxia y movimientos coreiformes. Sin embargo, el ideal para obtener la mejor respuesta al tratamiento es captar lo más precozmente posible los signos que permitan sospechar la enfermedad en la fase inicial, como son bajo rendimiento escolar, alteraciones sutiles en la movilidad fina, alteraciones en fonética y en escritura y/o trastornos del comportamiento. No se ha observado deterioro intelectual ni anomalías sensitivas. Entre el 10 y el 20% de los casos, generalmente pacientes jóvenes y adultos, pueden cursar con manifestaciones psiquiátricas, afectivas, conductuales, neuróticas o incluso psicóticas. La resonancia magnética cerebral muestra en estos pacientes cambios característicos en los ganglios basales, tálamo y núcleo dentado, junto con atrofia cortical generalizada y aumento del tamaño de los ventrículos. 



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