Hasta que no se disponga de la tecnología gené-
tica para el tratamiento de las enfermedades metabó-
licas seguirán en marcha los métodos tradicionales.
En el caso de la EW, la terapia es bastante eficaz, pero
aún no controla, en una minoría, ciertas complicaciones
importantes, como las neurológicas o neuropsiquiátricas.
El tratamiento actual se basa en tres aspectos fundamentales:
1) Disminuir el depósito de cobre tisular
existente al realizar el diagnóstico y comenzar el tratamiento;
2) Prevenir la acumulación continuada del
cobre, tanto en tejido como en sangre; y 3) Conseguir
reducir o tratar eficazmente las complicaciones derivadas
de las dos situaciones anteriores. La terapia es
únicamente para homocigotos, tengan o no síntomas
o signos de EW, no para heterocigotos por no padecer
la enfermedad. El tratamiento debe mantenerse
durante toda la vida, ya que no se puede reponer la
ceruloplasmina, que sería la terapia adecuada para que
no aparecieran las complicaciones vinculadas al metabolismo
del Cu.
El éxito del tratamiento depende del momento
del diagnóstico y de la evolución que haya alcanzado
la enfermedad. Por esto es importante dar valor a los
síntomas inespecíficos iniciales y a la búsqueda de
marcadores en los familiares asintomáticos de los
pacientes diagnosticados. Aún hay incógnitas respecto
de esta enfermedad y, por ello, en España se está
llevando a cabo un amplio estudio y registro conocido
como “Proyecto Eurowilson”, coordinado por
los doctores Bruguera y Jara.
- Para reducir el depósito excesivo tisular del cobre hay diversos procedimientos; para los casos más graves o de descompensación funcional hepática se ha utilizado diálisis, hemofiltración, exanguino-transfusión y transplante, siendo este último el indicado en casos de cirrosis o fallo hepá- tico agudo. Sin embargo, no suele resolver el daño neurológico, aunque puede mejorarlo. Para los demás casos el tratamiento inicial son los quelantes y, entre ellos, los más utilizados son la D-penicilamina y la trientina.
- La D-penicilamina reduce la afinidad de las proteínas intracelulares por el Cu e incrementa la síntesis de la enzima metalotioneína, que lo fija de forma no tóxica, lo quela, y aumenta la cupruria. Su absorción es buena si se toma sin alimentos que la puedan interferir. Tiene una vida media de 1,7-7 horas y se excreta fundamentalmente (80%) por orina. Se recomienda iniciar el tratamiento con dosis bajas e ir aumentándolo progresivamente hasta llegar en adultos a 250 mg/día y en niños a 20 mg/k/día, sin pasar de 1 gramo diario y en 2-4 dosis. Ha demostrado gran eficacia, que puede constatarse al comprobar incremento de cupruria en cifras superiores a 2 mg/día. Las mejorías clínica y analítica, como normalización de transaminasas, se observan progresivamente entre uno y seis meses, hasta incluso revertir el proceso de fibrosis o cirrosis. Sin embargo, aunque la mejoría hepática es notoria, puede no suceder así con la neurológica, sobre todo cuando el paciente tenía ya síntomas de daño del sistema nervioso central.
este empeoramiento, que suele ser transitorio,
puede deberse al incremento del depósito neurológico
del Cu movilizado del hígado. La D-penicilamina
tiene riesgo de acontecimientos adversos
que pueden contraindicar se utilización. Tiene
efecto antipiridoxina al provocar deficiencia
de piridoxal fosfato, motivo por el que se debe
asociar constantemente con 25 mg/día de vitamina
B6 oral. El 10% de los pacientes muestra hipersensibiliadad
o sensibilidad cruzada a la penicilina
y en ellos es aconsejable reducir la dosis,
comprobando igual eficacia o pasar a otro tratamiento
lo cual sucede en el 5% de los casos, sobre
todo si el paciente asociaba patología renal, trombocitopenia
o alteración inmunitaria.
Otros efectos
secundarios inmediatos son fiebre, erupción
cutánea, prurito, linfadenopatías, neutropenia y
trombopenia, lo que hace imprescindible un control
clínico riguroso. Los efectos adversos tardí-
os son variados y aconsejan cambiar de tratamiento:
proteinuria, con aspecto de síndrome nefrótico,
que revierte en 1-2 años al retirar la terapia,
síndrome de Goodpasture, síntomas lupoides,
toxicidad en médula ósea (desde trombocitopenia
severa a aplasia), miastenia gravis, polimiositis,
hepatotoxicidad, pérdida del gusto, estomatitis
aftosa, alteraciones de la piel (pénfigo, liquen
plano, elastosis perforante serpiginosa y efecto
anticicatrizante), incremento del tamaño de las
mamas y molestias gastrointestinales.
Finalmente,
si la medicación se interrumpiera bruscamente
podría desencadenarse un empeoramiento clí-
nico inmediato, con fallo hepático agudo y riesgo
de hemólisis, por lo que se aconseja una disminución
paulatina de la dosis en caso necesario.
El control clínico debe realizarse cada semana los
194 Protocolos diagnóstico-terapéuticos de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica SEGHNP-AEP
dos primeros meses, después cada mes, durante
6-9 y, al comprobar tolerancia, dos veces al año.
En caso de cirugía se aconseja disminuir la dosis,
lentamente y hasta el 50%, por el efecto anticicatrizante.
3. Para prevenir la nueva acumulación del Cu hay
dos tratamientos fundamentales: no ingerirlo en
exceso y controlar su absorción intestinal. Los
alimentos que deben evitarse son los ricos en Cu,
fundamentalmente setas, cacao, frutos secos, vísceras,
moluscos, mariscos y brócoli. Es de particular
importancia conocer el contenido de Cu del
agua local y evitar su recogida de tuberías fabricadas
con este elemento, así como no consumir
aguas minerales que lo posean. Esta dieta debe
seguirse durante toda la vida.
Para impedir su absorción están las sales de zinc
(gluconato, sulfato y acetato). La más eficaz y
mejor tolerada es el acetato. El zinc induce la
síntesis de metalotioleína en los enterocitos que,
aunque es un quelante endógeno de metales, tiene
mayor afinidad por el Cu, evita su absorción
y facilita su excreción en las heces. El zinc también
puede inducir la formación de metalotiole-
ína hepática por lo que, además, podría considerarse
como medicamento quelante. La dosis
se expresa en zinc elemental. En adultos y adolescentes
es de 150 mg/día, en niños de 75
mg/día, en 2-3 tomas y siempre fuera de las
comidas. Aunque se ha utilizado eficazmente
como tratamiento primario en pacientes con síntomas
neurológicos, cuando los otros tratamientos
estaban contraindicados o si eran ineficaces,
la recomendación es utilizarlo en la fase de mantenimiento,
combinado con otro quelante. También
se ha utilizado en pacientes asintomáticos.
Las sales de zinc pueden tener efectos secundarios
no deseables, como alteraciones inespecí-
ficas gastrointestinales, deterioro hepático e
incremento de amilasa y lipasa, sin otro daño
pancreático.
Otro producto, menos estudiado y aún no comercializado,
que interfiere la absorción intestinal
del Cu y es cuprúrico, es el tetratiomolibdato.
Aunque son precisos más estudios para asegurar
su eficacia, se ha utilizado, con buen resultado,
en pacientes con iniciales síntomas neurológicos.
Su uso es exclusivamente experimental.
4. El mejor tratamiento de las complicaciones es el
trasplante hepático y se aconseja cuando la afectación
hepática es severa o fulminante, tal como
se ha comentado anteriormente. En 2005, los
hepatólogos del King’s College Hospital publicaron
que la alteración patológica conjunta de 5
factores (AST, bilirrubina, INR, albúmina y número
de leucocitos) indicaba la recomendación de
introducir al paciente en la lista de trasplante, ya
que lo iba a necesitar. Sin embargo, esta medida
es ineficaz contra el daño neurológico.
Otros tratamientos que alguno de los pacientes
con afectación psicológica o neurológica pueden
necesitar son rehabilitación muscular, terapia psicológica
al paciente y a su familia, ayuda econó-
mica y asistencia social y oftalmológica. Por todo
esto, la enfermedad de Wilson debe ser atendida,
además de por un hepatólogo, por un grupo multidisciplinar
en el que deben entrar a formar parte
las asociaciones de pacientes.
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